“Ha terminado la novela de la Revolución. Es preciso comenzar la historia, ver sólo lo que hay de real y de posible en la aplicación de los principios y no lo que hay de especulativo y de hipotético. Hoy dÃa seguir otro camino no serÃa gobernar, sino filosofar”.
Napoleón al ser nombrado cónsul, 1800.
A quinto año de primaria se llega con 10 u 11 años de edad. El profe pregunta con actitud intensa y mirada capciosa a un grupo de alumnos respetuosos, atentos en los albores de los años sesenta cuando el hombre aún no llegaba a la luna, ni a Querétaro los Torres Landa.
– ¿Cual es el edificio más alto del mundo?
Varias manos se levantan queriendo ser el primero en dar respuesta, son las de siempre: la del ChacholÃn, la de Eulogio, la de Cevallos.
– El Empire State, maestro.
Puesto de pie, junto al pupitre, el sabiondo de Zepeda nos gana la respuesta.
– ¡No!
Enfático y categórico el hermano marista parece disfrutar con la ignorancia de sus pupilos.
Más con sorpresa que con incredulidad, entonces no se ponÃa en duda cuanto la autoridad decÃa, nos ilustra con su conocimiento y deteniéndose en cada sÃlaba saborea su respuesta.
– La to-rre La-ti-noa-me-ri-ca-na….
Un silencio momentáneo se apodera del salón. Varios sabemos que el edificio construido en el centro de la ciudad de México no llega al medio centenar de pisos, contra los más de cien de la emblemática y Art Deco mole neoyorquina. Un murmullo, alguna voz, hacen intento por contradecirlo, viene entonces la gran mentira envuelta en veracidad torcida del docente.
– ¿A nivel del mar? ….Ah, ¡verdad!
Muy ufano el maestro da por terminada la clase dejándonos la sensación de haber padecido de manera abusiva una mala broma, una auténtica sandez…aunque hubo algunos que llevaron satisfechos por la vida ese pÃrrica victoria sobre nuestros vecinos, algún dÃa llamados “primosâ€, afirmando de la misma manera que el mejor cantante del mundo habÃa sido Jorge Negrete, que los caballistas mexicanos, después de Mariles, eran imbatibles pero que los saboteaban, al igual que lo habÃan hecho con el Ratón MacÃas. Que JoaquÃn Capilla habÃa sido el mejor clavadista de todos los tiempos, que las carnitas y los ópalos queretanos eran de manufactura insuperable, que vivÃamos, en fin, en el “cuerno de la abundanciaâ€.
La vida de los mexicanos en el siglo veinte transcurrió en gran medida bajo el amparo de verdades a medias, muchas veces en el engaño y las más justificando en la adversidad o inquina de “los otrosâ€, los fracasos en nuestra vida profesional y muy a menudo en la privada.
Las cifras torcidas no resistÃan el análisis, la auto crÃtica que se requiere para tomar acciones generadoras de cambios, para ir más allá de la vista a la BasÃlica a pedir favores, más allá de la cantina y el mariachi como andamio inseparable para superar el supuesto desamparo…causa y origen de nuestras desgracias.
A partir de las primeras crisis económicas, al final de la década de los setentas, el panorama comenzó a cambiar. Se agotaban las lÃneas de crédito, los recursos habÃan quedado hipotecados y aunque “tenÃamos que aprender a administrar la riquezaâ€, las arcas comenzaron cerrar sus puertas. Se puso en evidencia entonces un proyecto y sus actores, incapaces de imaginar, proponer y llevar a cabo las grandes soluciones que requerÃa y sigue requiriendo una sociedad compleja, plural, desigual como la nuestra.
Con un sentido profundamente criollo se privilegiaron castas, grupos y “tribusâ€, menos las indÃgenas y se sigue ignorando la riqueza de nuestra cultura mestiza y un encono gratuito se ha cebado contra los hoy aún numerosos grupos de indios, más de diez millones, toda una nación superior en población a la de paÃses como Bélgica, Finlandia, Suecia, Uruguay y la mayorÃa de paÃses centroamericanos.
La polÃtica se convirtió en casa de cambio para beneficio personal y mientras los recursos alcanzaron para “maicear†a una sociedad complaciente y por tanto cómplice, el paÃs, sus dirigentes, pudieron mantener una cacareada paz social que, lo sabÃamos y hoy lo comprobamos, estaba sustentada en las prebendas y beneficios que a tÃtulo personal se otorgaban a los lÃderes que iban surgiendo. Medrar con la miseria se convirtió asà en un modo de vida, en una actividad que habla por si sola de esa “chispa mexicana†para hacer las cosas.
Es una ley fÃsica, la inercia no se detiene en seco y aquà tenemos a la actual legislatura, a esta que comenzó sus labores en el Congreso el pasado mes de Septiembre y que regaló al mundo el empobrecedor espectáculo del primero de Diciembre, anunciando las aguinaldos y bonos compensatorios que cada diputado cobrará este mes por sus servicios: 235 mil pesos que divididos a razón de cincuenta y cinco pesos, salario mÃnimo que aún cobran muchos trabajadores en el paÃs, equivale a once años de trabajo. ¿Hasta cuando?
Afortunadamente todavÃa hay poesÃa en este mundo y celebramos la encomiable labor de los hermanos GarcÃa que, desde su LibrerÃa del Fondo, promueven la lectura. El pasado miércoles gozamos de una velada aturdidora de campanas, cuetes y ensueños en la palabra del poeta granadino Luis GarcÃa Montero quien afirma, acertadamente, que “la tristeza y la queja tienen hoy en dÃa más prestigio que la felicidadâ€, también,  a ver hasta cuando.