Por David Chavero Vallejo
Ya nadie se sentará en la mesa 2 ni en ninguna otra, quien camine sobre Madero y se asome por las ventanas ya no verá conocidos ni les serán devueltas las miradas. Detrás de las puertas se quedan los recuerdos de cientos, quizás miles de personas que le dieron vida al sueño de varios hermanos. Se fue Flint con su renta diaria, se fue la fumadora y su vestido de “Chimoltrufia”. Y también se nos fue la de los ojos azules, Anita, con su mirada inquisidora cuando había errores en la comanda.
Los baños ya no serán resguardo de la antorcha campesina y las mesas ya no serán profanadas con las gorditas vecinas. No más mítines políticos clandestinos en el salón. No más multas por omitir los mililitros de la coca en la carta. Y nunca más a los interrogatorios calibre “trámite de Visa Americana” por parte de Mago para pedirle una méndiga torta de salami.
Adiós chilaquiles rojos con crema. Adiós canastas de puntas de pan. Adiós media orden más de chilaquiles rojos con crema. Que quienes ponen el candado en las puertas de Guerrero se vayan con el corazón en una pieza, con la satisfacción de haber derramado amor y dado sustento a las familias de quienes trabajaron en el histórico edificio.
Los valores de un apellido impregnados en los huesos años atrás, nos dan testimonio que la familia importa, que “Vallejo” siempre fue sinónimo de donación. Para los hijos El Arcángel será una alegre historia que contar, para los nietos una deliciosa leyenda que escuchar. Ese hermoso arcángel ha cerrado sus alas.