“La ley sin la fuerza una quimera,
la fuerza sin la ley, brutalidadâ€
José Ortega y Gasset
Los que “desde entonces†en Querétaro vivimos, tenemos por cierto habitar un sitio especial por cuanto a belleza arquitectónica, clima inmejorable y ser este un territorio poblado por una sociedad pacÃfica, trabajadora y ordenada. El error es asegurar que solo por ello adquirimos la connotación de “especialesâ€, como muchos de nuestros fundamentalistas locales aseguran, ignorando el paciente trabajo, la dedicación y esfuerzo que le ha tomado a varias generaciones construir el entorno y el cual miramos con creciente preocupación. Tal parece que las autoridades se ven rebasadas y no es queja, es un fenómeno mundial. Los poblados medios que alguna vez gozaron de la tranquilidad bucólica del campo en combinación con la cercana modernidad de las grandes urbes, se han visto convertidos en suburbio de esa monstruosidad que significa el desbocado consumo que solo ha dado por resultado dramáticos y peligrosos abismos, nunca tan patéticamente representados como en nuestra capital mexicana. La incontinencia del centralismo nos llega a manera de familias inmigrantes que dÃa a dÃa, Septiembre a Septiembre dirÃa yo, son atraÃdas por la promesa de un mundo mejor. Humana, febril y al parecer inalcanzable ilusión de la raza humana, Querétaro ya no es lo que se dice y pongo un ejemplo: el centro llamado histórico, donde vivo y trabajo, solo recupera su verdadero rostro los domingos después de las 6 y antes de las 10 de la mañana cuando se puede caminar sin atropellos, escuchar las campanas de los diferentes templos llamando a misa, comprar el diario y darse bola en el JardÃn Zenea, mirar el tranquilo trajÃn la mujer que barre la calle, escuchar la fuente y un largo etcétera. Después de esa hora y hasta el siguiente domingo, las calles se llenan de autos y bocinazos, alarmas que se disparan al menor suspiro y dejan de sonar cuando su propietario termina la jornada del dÃa y ya destrozó los nervios del vecindario, soportar los autos discoteca que con sus potentes bajos hacen vibrar ventanas y bajo vientres, resignarse a las colas frente al único cajero que funciona y al irrecuperable tiempo perdido para pagar cualquier servicio. Por otro lado, lo que en algún momento fue exigencia con tolerancia cero en cuanto anuncios, se ha convertido en letra muerta, apuesto a que siguen siendo los mismos dos inspectores del Municipio y otros tantos del INAH, de hace diez años, quienes se encargan de vigilar que los anuncios no rebasen los cuarenta centÃmetros de ancho por 80 de largo, adosados al muro (anuncios de banderola, en aquellos dÃas, merecÃan pena de muerte) sin iluminación, sin obstruir la banqueta (atriles y tijeras sobre la banqueta: cadena perpetua), construidos en madera o hierro (plásticos o lonas, destierro definitivo) colores cálidos y previamente aprobados por dependencias que hoy parecen afectadas por daltonismo. Lo peor es que esto, frente a los graves problemas del paÃs, no cuenta. Legislar contra las alarmas no atendidas, contra la plaga que tapiza fachadas con banderines y anuncios multicolores o despedaza los pórticos señoriales en tres o cuatro establecimientos de baratijas chinas, eso no mata a nadie, pero si nos deja inermes frente al avance irrefrenable del salvajismo. En cambio podemos estar tranquilos pensando que nuestros representantes buscan soluciones para acabar con la pobreza, con las drogas, la violencia doméstica, la intolerancia, la pedofÃlia, que eso sin duda si que agota al ser humano. Repito que no es queja, solo hago memoria del recuerdo fugaz de aquella mañana de fin de semana mientras bajo por la Calle de Venunstiano Carranza, después de la lluvia nocturna y a mis espaldas el amanecer de un cielo encapotado se despliega rosado sobre el Convento de la Santa Cruz.
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Cataluña se encuentra a punto de elecciones y tal parece que puntea las preferencias José Montilla, un no catalán que domina la lengua y cuenta con la aprobación y simpatÃa del Presidente del gobierno español José Luis RodrÃguez Zapatero. Comento lo anterior solo por compararnos con otras latitudes. En dÃas pasados el presidente español declaró su rotundo y especÃfico deseo porque su “galloâ€, dirÃamos acá, obtenga la victoria. En el congreso de los diputados se comentó el asunto al dÃa siguiente y la mayorÃa aprobó el participativo espÃritu presidencial, aplaudiendo el incluido talante de propiciar un juego limpio al conocer todos y cada quien posturas y preferencias del prójimo. Que darÃa nuestro averiado presidente, como lo llama Germán Dehesa, por uno solo de esos dÃas en su mandato, una modesta felicitación, pero no, ya sabemos como somos. También, por cierto, habrá que llamar a cuentas al flamante modelo de la revista Caras, hoy convertido en gobernador de la ciudad de México y en gira por China Marcelo Ebrard, por su burlona aseveración de que el presidente Fox no se acercó lo suficiente al gigante asiático “porque no habÃa leÃdo a Marco Poloâ€. Aquà les pido revisar en este mismo diario, pero del jueves 26, el comentario de Dehesa donde le aclara al Regente electo que no existe un libro con tal nombre y que tampoco la ecuación “vengo a China porque leà a Marco Polo†otorga en si misma cualidades especiales. Si nos vamos a la anécdota del sexenio, las declaraciones del expriÃsta hoy convertido en perredista, resultan peores por su ignorancia que el dislate aquel del “Jorge Luis Borguesâ€, si a burlas nos vamos.
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Oaxaca empantanada. Asambleas que se disuelven a tiros, individuos que autógena en mano sueldan los portones para evitar a toda costa el retorno de los infantes a la escuela, total, para que carajos. Un partido polÃtico que no ha tenido suficiente con setenta años de inmoralidad, apoyando como en los mejores tiempos, todos a uno, a su impopular gobernador que tampoco pudo ser honesto y mandar obedeciendo. Ciudadanos crispados, atrapados en medio de la desesperanza. La ciudad, orgullo de nuestro mestizaje, baluarte del indigenismo, no del folclórico, el de raÃz, cultura y expresión propia. Capital del mezcal de pechuga, el mole y el barro negro, la tlayuda y hiervelagua, Mitla y Montealbán. Una ciudad que muere lentamente, que se jode, como ya lo acuñó el periodista Gómez Leyva.
Que nadie lo dude, Querétaro hoy todavÃa es una Ãnsula y más nos vale cuidarla