“que un dÃa volveremos, más veloces
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la gargantaâ€
Pedro Garfias.
Regreso de Barcelona. Con el sabor amargo del ayuno y los hombros tensos, desciendo del autobús después del pase mágico con que el prestidigitador invisible me devolvió, miles de kilómetros después, al sitio donde pertenecen mis raÃces y a ratos el corazón. No resulta suficiente cielos diáfanos, calles limpias, el calor de la familia y las palabras de los amigos para aparcar los sueños, son estos seres vivos que las más de las veces torturan pero en ocasiones, cuando creemos haberlos atrapado, regalan instantes de gloria con ese regusto de inmortalidad que tiene el alma cuando la tocamos.
Es medianoche. El señor taxista me va dando su reporte sobre el clima; mientras, miro al travestà agachado sobre la ventanilla del auto, la fina lluvia que barniza el asfalto y se levanta bajo las ruedas del gigantesco trailer, la mujer, con cara de apuro y su pequeño de la mano, que cruza la calle mientras se tapa la cabeza con un pedazo de cartón. Bajo el portal, en la esquina de la calle Independencia, el carrito con los tacos de cabeza y el inconfundible aroma del almizcle. La fritanga y el maÃz, todo permanece igual a pesar de nuestras angustias y devaneos, inmanencia que nos echa en cara lo insignificante de nuestra presencia en el universo, lo inútil del esfuerzo cuando nos resistimos aceptar que la única patria es el territorio que llevamos dentro. Abro la puerta de casa y la tibieza de sus olores me da la bienvenida, doy un primer paso a esta realidad incontenible, a esta justificada inquietud que nos hace presa a los mexicanos en esta hora.
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Günter Grass se confiesa. El gran escritor alemán, también llamado “la conciencia del paÃsâ€, habla de su participación como oficial de las S.S. de Hitler, él adolescente, el ejército alemán en retirada. Pertenecer a la organización nazi era algo a lo que aspiraban los jóvenes alemanes, “idolatrábamos a los héroesâ€, afirmó el novelista durante la presentación de sus memorias. Lo que se supo después no opaca las razones, el fervor con el que el pueblo alemán se entregó al ideario del hombre que prometÃa lavar humillaciones, hacer resurgir la grandeza de Alemania y posteriormente, en el delirio del nacionalismo, la exaltación de la raza superior como el llamado a la conquista del planeta. Ante la contrición se levantan voces que pretenden cuestionar su obra, sin faltar los radicales que le exigen renunciar a los galardones obtenidos con su trabajo, incluyendo el Nóbel. Los moderados se preguntan las razones para haber dilatado tanto tiempo un dato biográfico que de cualquier manera hubiera sido conocido, también quien afirma que se trata de una maniobra de marketing para el lanzamiento de su biografÃa, que en estos dÃas se pone a la venta en las librerÃas con el tÃtulo de “Pelando la Cebollaâ€. A los cuestionamientos de los periodistas Grass, hierático, da respuestas poco espectaculares pero contundentes: “muchos se desenvuelven como si su memoria estuviera libre de dudasâ€, y resume en unas cuantas palabras, sobrecogedoras, su nuevo libro: “Se trata de cosas privadas, de la ocupación soviética, de la violación y la muerte de mi madre, de que querÃa ser artista y de que para serlo después de la guerra tenÃa que dar vueltas y pasar por laberintos para encontrar su caminoâ€. Lo dicho en otras ocasiones, la guerra, el enfrentamiento, solo deja miseria, pérdidas y, como lo expresa Grass, “hambruna, fÃsica e intelectual, sobre todo por las chicas, por dar caricias y ser acariciadoâ€.
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Hace tres años Farruquito, icono del flamenco, amigo de poderosos, dios no menor de los gitanos, atropelló dando muerte a un transeúnte y se dio a la fuga, delito éste que en la penÃnsula recibe el nombre de “omisión del deber de socorroâ€. Hasta la fecha habÃa logrado eludir la cárcel con maniobras legales, las más de las veces favorecidas por la enorme popularidad del artista. Esta semana la Audiencia de Sevilla recurrió la sentencia aumentándola en 16 meses, lo que hará que el artista deba pasar los próximos tres años en la cárcel, además de indemnizar a la viuda con una cantidad considerable. Una lección para nuestro paÃs tan expoliado a causa de la impunidad de los poderosos.
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Pedro Garfias, poeta salmantino exiliado en nuestro paÃs a consecuencia de la guerra civil, murió en la ciudad de México el año de 1967 sin poder volver a su amada tierra. De su poema “Entre España y Méxicoâ€, escrito a bordo del buque Sinaia camino al continente americano, fue que tomamos nuestro epÃgrafe. A continuación transcribimos la parte final del mismo, solo para recordar que a los ojos de un acontecimiento brutal, la instauración de la dictadura, que dejó un paÃs desgarrado y herido de muerte, nuestro territorio, México, se alzó como sÃmbolo de libertad y patria de acogida para los perseguidos, asà lo expresó Garfias:
“Y tú, México libre, pueblo abierto / al ágil viento y a la luz del alba, / indios de clara estirpe, campesinos / con tierras, con simientes y con máquinas; / proletarios gigantes de anchas manos / que forjan el destino de la Patria; / pueblo libre de México; / como otro tiempo por la mar salada / te va un rÃo español de sangre roja / de generosa sangre desbordada. / Pero eres tú esta vez quien nos conquistas, / y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!â€
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