“Porque se suele decir, y esta verdad se reciba,
que tras la tormenta esquiva suele la calma venir”
Miguel de Cervantes, en la hora de Juan Gelman.
Una de las pocas cosas que aprendí en mis clases de química con don Chepo, allá en los laboratorios del viejo molino de San Antonio, fue que el fósforo se incendia al contacto con el oxígeno y que para provocar una determinada reacción entre los elementos hay que utilizar un catalizador, pues eso, la Ministra de Defensa de España, Carmen Chacón, se ha convertido estos días en elemento que decanta y lleva a la superficie, como si de espesa nata se tratara, a muchos de aquellos que con las tripas revueltas sienten su honor de hombres pisoteado y no se cortan para calificar el nombramiento como una “patochada, una provocación nombrar como ministro primero a una mujer, después embarazada y además catalana”. También escuchar al de la voz cascada, el insustituible habitué del bar que frecuento y que con el cigarrillo entre los amarillentos dedos, después del tercer “chupito” y a las diez de la mañana lo cree saber todo. Voz de macho que critica la falta de volumen de la ministro para dar vivas a España, incapaz el ciudadano y sus vapores para una reflexión más profunda
Unos porque la ideología les exige el coto privado de “solo para hombres”, otros porque aducen falta de cojones, en el término exacto de la palabra, pero ambos coincidiendo en que el mando debe de ejercerse solo a gritos y sometiendo, como en los tiempos de Paco. Así, poco a poco, irán emergiendo a la superficie los esperpentos que ya veremos si esta sociedad esta dispuesta a soportar, a seguir alimentado y doblar ante ellos no solo la espalda sino la conciencia, como se vio obligada a hacerlo por más de 35 años. Por lo pronto hay señales favorables, incluyendo las que vienen del partido opositor, el de Aznar, Zaplana y Acebes que también es el de Rajoy. Esta semana que termina ha ocurrido lo que ya mencionan los medios como la peor crisis de la institución cuando se aseguraba que la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, disputaría la presidencia de su partido apoyada, se decía, por aquellos a quienes Mariano Rajoy ha dado muestras de quererse sacudir de encima, “un hombre escapando desesperadamente de la sombra de Aznar”, dice de él en La Vanguardia el columnista Francesc-Marc Álvaro. Y han de haber sido más que rumores porque la reacción del gallego fue contundente con el puñetazo sobre la mesa y más severo con aquello de “quien se quiera ir del partido que se vaya”. Por lo pronto Esperanza Aguirre se apresura a responder que nunca ha tenido en sus planes presentarse como candidata alternativa, al tiempo que pide, casi exige, que su presidente sea preciso en sus estimaciones. En el toma y daca Rajoy, y a bote pronto, declara que tampoco el ha pensado en expulsar a nadie y que la Presidenta de Madrid es un importante activo de la institución. Si a esto le sumamos lo que ya señalábamos la semana anterior, el hecho que sea otra mujer, Soraya Sáenz de Santamaría la escogida como escudera del presidente de los populares y la felicitación que en su momento hizo llegar Esperanza Aguirre a las recién nombradas Ministros, a pesar de que éstas militan en el gobierno de los socialistas, dejaría claro que de manera evidente soplan nuevos vientos, frescos y femeninos, sobre la piel del toro.
A contrapelo, de nuestro atribulado país llegan noticias preocupantes, un congreso ocupado, copado, encadenadas sus puertas por miembros de una coalición de izquierdas que aducen frenar con ello la legislación sobre un plan energético que supuestamente abre las puertas a la privatización del sector petrolero. Andrés Manuel López Obrador, líder de una de las facciones de esa izquierda mexicana que hoy, a más de un mes de celebrar elecciones para elegir a su nuevo presidente no puede dar resultados por las descomunales irregularidades que se dieron en el proceso, cumple lo que había advertido: “le haremos la vida imposible a Felipe Calderón”. Así las cosas la disyuntiva es elegir entre apoyar al grupo que dice defender a México con tácticas desestabilizadoras, violencia, cerrazón y desprecio por el ciudadano, o confiar en una supuesta buena fe de un Presidente que se empeña en mantener en el cargo a un Secretario de Gobernación (Ministro del Interior) gravemente cuestionado por la firma de contratos que benefician a empresas familiares involucradas en el negocio del petróleo y donde él aparece como accionista.
Hasta ahí las cosas serían solo graves, de nos ser porque la crispación ha ido más allá después de la aparición en los medios de una campaña mediática en donde se compara a López Obrador y su movimiento con Hitler, Mussolini y el fascismo; la mesa está servida y los bandos en el palenque. Leemos el artículo de Prudencio García en el mismo periódico catalán citado arriba, quien comenta el impacto que han tenido en la sociedad chilena las declaraciones del que fuera comandante en jefe del ejército de ese país del 2002 al 2006, Juan Emilio Cheyre, quien ha pedido a “los padres fundadores del golpe de Estado de 1973” sacarse las máscaras para asumir responsabilidades. En sus declaraciones menciona a fuerzas e instituciones de la derecha chilena quienes politizaron a las fuerzas armadas desnaturalizando su función, “dando lugar a que se produjeran las secuelas de víctimas que hoy ya no están. Esos padres fundadores siguen escondidos en el anonimato y la impunidad”, y agrega el general chileno que ocupara en su momento el mismo puesto que Pinochet, “fueron aquellos que desde la derecha tocaron a los cuarteles induciendo a las fuerzas armadas para forzarlas al asalto del poder, a la masacre, la tortura y la sangrienta represión del pueblo chileno”.
A México parece haberle llegado la hora de ser consecuente y abandonar la abulia que nos ha mantenido indolentes para resolver nuestros problemas. El ejército mexicano debe mantenerse al margen para que la sociedad decida en las urnas si es esta izquierda, hoy tan desfigurada, la que queremos como gobernantes o bien, seguir mirando hacia otro lado mientras funcionarios y gobernantes en turno hacen lo de siempre y apostamos a que las cosas pueden seguir como hasta ahora; pero que nadie se equivoque, no hay bandos, estamos en el mismo barco y si no que lo pregunten a sobrevivientes de la guerra civil española, a los chilenos del golpe de estado de 1973. El primero en convocar a los militares para que deshagan el entuerto habrá dado la cara, se habrá quitado la máscara.