“Infortunio certero y bienestar posible no son estados antitéticos, sino un único y mismo estadoâ€
Herbert Le Porrier en su novela “El Médico de Córdobaâ€
Esta semana en Casa América Catalunya se presentó el libro “Memorias. Un fraile mexicano desterrado en Europaâ€, pasajes de la vida de quien conocemos como el primer ideólogo de la independencia de nuestro paÃs, Fray Servando Teresa de Mier. La presentación a cargo del doctor en historia Manuel Ortuño investigador y editor de la obra, asà como de Javier Nart, también historiador y quien se declara “fascinado por los héroes verdaderosâ€, pero también conocido por sus reportajes como corresponsal en las más cruentas guerras del siglo pasado. Casi dos horas de una charla que mantuvo con la respiración contenida a los que ahà asistimos. La vehemencia del relato aunada a la agudeza de una memoria privilegiada, hicieron de lo que parecÃa un modesto acto, una clase magistral salpicada con las anécdotas, unas divertidas, otras terribles que acompañaron la vida de este controversial, sufrido, idealista personaje de nuestra historia, quien mantuvo hasta el final de sus dÃas el ideal de la liberación de América. Ortuño, profundo conocedor de nuestra historia, nos deja con esa sensación de un callado orgullo al ver reconocido en otros ámbitos a los que nos precedieron y como el caso de Fray Servando, a aquellos que sabÃan de la importancia de encontrar para los mexicanos ese marco donde los pueblos construyen las asideras que los insertan en la historia universal, esos peldaños que dan sentido a lo que los franceses ponderan como el espÃritu de corps en una sociedad.
Fray Servando pasó gran parte de su vida en prisiones juzgado culpable por ambos bandos y en ocasiones despreciado por su orden, los dominicos, debido tanto a su actividad polÃtica como a extravagantes teorÃas que esgrimÃa con gran inteligencia y en muchas ocasiones, gracias a su personalidad grandilocuente y cultura privilegiada, jugando en cancha sin adversarios. Se asumÃa, por ejemplo, como el último descendiente de Moctezuma llegando a cuestionar los derechos de AgustÃn de Iturbide para proclamarse emperador. Aseguraba también que fue Santo Tomás quien evangelizó el continente americano encontrando en el vocablo Tonatzin el nombre del apóstol y asegurando que la tilma de Juan diego no era más que la capa del discÃpulo de Cristo, esto más con la intención de restar importancia a los españoles y criollos que manipulaban sin escrúpulos a una sociedad indÃgena, urgida por encontrar depósito a su fe.
Fray Servando, desterrado en Londres, entra en contacto con lo que se conocÃa como el Cuartel General de la Insurgencia Americana, grupo dirigido por un botánico argentino ayudante del Barón de Von Humboldt, y donde se planeó la expedición de los 300 al mando del primer guerrillero de Aragón, Javier Mina, que desembarcó en Galveston para trasladarse a Soto La Marina solo para ser hecho prisionero y fusilado, llegaban tarde a esa primera oleada independentista, corrÃa el año de 1817, dos después de la muerte de Morelos. El principio de este grupo era sencillo: liberando América se libera España del absolutismo.
Iturbide lo excarcela de San Juan de Ullua pero vuelve a hacerlo preso al negarse aquel a reconocerlo como emperador y renunciar a sus principios republicanos. Vicente Guerrero lo libera para que sea protagonista importante en la elaboración de la primera constitución mexicana el año de 1824, tres antes de su muerte.
“Fray Servando era un hombre extremadamente culto, extremadamente inteligente, amante de la belleza incluyendo la femenina, que mantuvo lealtad a su hábito y a sus anhelos y que organizó su propio ceremonial fúnebre de acuerdo a lo que siempre pensó de si mismo, con un ritual fastuosoâ€, asà nos describe Ortuño a este mexicano, antes de dejarnos salir a esa tarde frÃa de vientos enrachados que obligan a entrecerrar los ojos. Una tarde con ese sol de largas sombras sobre la Avinguda de la Diagonal. Una tarde para no tomar el metro y hacer andando los cuarenta minutos a Guinardó, para ir escuchando como la noche se adueña de mis pensamientos.
Se ha convertido en tópico el tema de la vivienda y asà como a mi amiga Chus le quisieron vender un departamento con inquilino mayor de edad incluido, también son ya pan de cada dÃa historias que se antojan sacadas de la agenda de Gregorio Samsa.
Existen en Cataluña, paÃs de 9 millones de habitantes, 450 mil viviendas desocupadas cuyos propietarios, imaginan los más perspicaces, las han adquirido solo con espÃritu especulativo. El asunto de los okupas, grupos de jóvenes sin casa que asaltan pisos vacÃos, llena la sección de policÃa. No acaba ahà la cosa cuando la Teniente de Alcalde, encargada de estos temas, se ha declarado a favor de estas prácticas ya que, afirma, son la consecuencia a la poco solidaria actividad inmobiliaria. No para ahà la cosa, tenemos también las mafias que controlan los “pisos patera†que alquilados por un inquilino terminan habitados por una docena de familias que se instalan en escaleras y pasillos del edificio, esperando la noche para entrar a dormir como sardinas. Tampoco para ahà la cosa, existe el negocio de la “cama caliente†que son camastros alquilados por hora.
La novedad me ocurrió esta semana cuando visitando pisos, porque tengo que mudarme, caà en una de las zonas pijas de la ciudad guiado por un gestor que enseñándome la cocina y el armario empotrado, me decÃa con sonrisa pretendidamente cómplice: “además estamos en zona nacionalâ€. Esto, en buen castellano de no hace mucho, harÃa referencia a los territorios ganados por los franquistas en la guerra civil, hoy se refiere a los distritos favorables al PP, donde, entiendo, vive la gente “decenteâ€. Yo suspiro y aunque lo quisiera el precio no me permite alternar en este escenario, me resigno a seguir buscando en mi barrio cuyos callejones, a veces no tan limpios, están llenos de niños que salen de la escuela a todas horas del dÃa. Por la tarde son dominicanos y marroquÃes, ecuatorianos y catalanes que salen a comprar el pan y la leche a las tiendas de los paquis y los indios. Luego me queda tan cerca la Casa Carlos para pedir una caña, saludar a la francesa que atiende en la barra y mientras leo El Médico de Córdoba, esperar a que esa noche llegue con su saxofón el sueco que añora morir en Nueva Orleáns.